Intento Totalitarista durante la Primera Mitad
del siglo XX en Colombia
Cuestionarse acerca del totalitarismo y sus características necesariamente nos conduce hacia la experiencia nazi en Alemania y la experiencia en la URSS. A pesar del distanciamiento que en términos políticos los separa, la práctica que llevan a cabo es totalmente idéntica. Juntos son proyectos homogenizadores de la población, sus discursos y sus prácticas son enteramente anti-burguesas,[2] estos sistemas políticos tienen la propensión a la anulación de la importancia del individuo y la exaltación de la masa que se congrega en nombre de un solo ideal. Ambos sistemas políticos tienen la misma estructura: se conforman de un partido político-militar único que conglomera las masas y que es dirigida por un líder específico al que se mitifica cual caudillo. A diferencia de la democracia liberal burguesa, este tipo de sistemas políticos no se conforman con llegar al poder, se deben a la tarea de redimir a la masa y llevarla al fin último que se proponen como fundamento político y filosófico. Estas dos experiencias, según nos muestra Karl Popper, son de orden historicista, pues consideran que la historia tiene un devenir específico, existe en ella un sentido, y según la doctrina a la que pertenecen, se autoproclaman como el grupo escogido, sobre la base de la raza o clase, para llevar a términos reales tales pretensiones.[3]
Si bien estos son ejemplos de “excepciones” o defectos del Estado moderno propios del siglo XX, valdría la pena preguntarnos si el totalitarismo como excepción, ya se superó, o si por el contrario podría ser una característica inherente al Estado moderno, es decir, que si éste con el monopolio total de la fuerza y con monopolios parciales de lo ideológico y mediático que posee, y ante todo bajo la égida de un “gran hombre”, no podría generar otra experiencia totalitaria, así apuntaríamos la cuestión hacia la existencia de otro intento de totalitarismo, y ante todo hacia la existencia de éstos durante la compleja experiencia histórica de Colombia en la primera mitad del siglo XX, concentrándonos en el personaje de derecha más característico e “integral” de este tiempo, Laureano Gómez.
Haciendo un recorrido de la historia pos-independentista de Colombia, logramos ubicar en un terreno político ciertos sucesos que nos permiten hablar de totalitarismo o por lo menos de un intento de este. Por ejemplo, el proyecto de la regeneración, la hegemonía conservadora y parte de la república liberal, y más específicamente el llamado golpe de Pasto (10 de julio de 1944), han sido sin duda alguna, las etapas de la historia colombiana que nos permiten identificar con claridad los rasgos distintivos que hubiesen dado lugar a una posible estructura totalitarista en el país. Sus principales aportes a la construcción política de un intento totalitario se esclarecen en la Constitución de 1886 promovida por Rafael Núñez.
El proyecto político conservador en Colombia hizo parte fundamental de una resistencia contra el proyecto modernizador del país, el ideal fue restablecer el tradicionalismo católico que profesaban las instituciones en la etapa anterior a la independencia, pero con otros matices, ante todo protegerse del legado de las libertades y derechos individuales que dejó la experiencia revolucionaria de Estados Unidos y Francia. Expresión de esta concepción conservadora puede encontrarse en el pensamiento de Laureano Gómez que según James Henderson en:
“…sus escritos y discursos anti-liberales repetían una y otra vez la noción de que el liberalismo había causado la ruina del mundo moderno y que los colombianos, sino se guardaban del peligro, correrían la misma suerte que la desventurada Europa.”[4]
Los antecedentes de la política conservadora del siglo XX se encuentran en un suceso de gran importancia en el siglo anterior; la regeneración, entendida ésta como un proyecto que dio origen a la Constitución de 1886, convocada por Núñez y que ofreció un orden político totalmente diferente al suscitado por la Constitución de Rionegro del año 1863 y siendo totalmente abolida por este movimiento regeneracionista. En la Constitución de 1886 el carácter centralista y religioso es evidente; ya no se trataba de una unión federal en la cual los reinos, provincias y antiguas colonias que conformaban la nación guardaban independencia sobre sí mismas con procesos administrativos autónomos, sino que la nueva forma de organización empezó a ejercer control soberano, estableciendo una jerarquía administrativa, disponiendo de la legislación nacional y de la fuerza pública.[5]
El intento de modernización de Colombia fue en este sentido un total fracaso, la división entre el Estado y la iglesia que existió hasta la Constitución de 1886,[6] fue restablecida de manera firme, y contribuyó de manera definitiva para la afirmación del partido conservador y la consolidación de su hegemonía.
La característica fundamental, como ya hemos señalado, radica en el poder que entregó la Constitución a la Iglesia: se estableció la religión católica como la doctrina dominante en la nación; en el concordato de 1887 celebrado entre el gobierno de Núñez y la Santa sede, y firmado el 31 de diciembre de ese mismo año, el sistema educativo fue entregado en manos de la Iglesia católica, dándole incluso la potestad de inspeccionar y revisar el proceso formativo que se impartía en las sedes educativas, además de ello se obligó a dar una enseñanza religiosa en todas estas instituciones. Se proclamó la independencia de la Iglesia con respecto al poder civil y se determinó de igual modo su propia jurisdicción: el derecho canónico. También se determina el patrimonio de la Iglesia como propio e inviolable pues se le otorgó la capacidad de adquirir bienes muebles e inmuebles, tanto así, que incluso podía adquirir y poseer más bienes que el mismo Estado. Además, la Iglesia, según el mencionado concordato, tenía derecho a cobrar impuestos para sí misma, independientes de los que cobraba el Estado.[7]
Finalizando el siglo XIX, el poder conservador alcanza su victoria más significativa gracias a la Guerra de los mil días, en la cual, según el tratado de paz de Wisconsin, los liberales rinden sus armas y consolidando así el proceso hegemónico del partido conservador.[8] El siglo XX llega en medio de la altercación que suscita la finalización de la guerra. La fragmentación política que vive el país en aquel entonces, desemboca en la perdida de Panamá el 3 de noviembre de 1903, cuando Teodoro Roosevelt envía tropas al todavía departamento de Panamá apoyando la rebelión que se desata allí con motivo de las negociaciones que existen para la construcción del canal.[9] La pérdida de Panamá responde a unas políticas casi de traición ejecutadas por el gobierno conservador. En ese entonces, siendo Rafael Reyes general del ejército, se abstiene de enfrentarse con las tropas marinas de Estados Unidos que invaden Panamá y decide ir primero a negociar con el gobierno estadounidense. Fruto de esta negociación los Estados Unidos ofrecen una considerable suma de dinero representada en dólares[10], por el abandono de las tropas colombianas de Panamá y con el fin de hacerse al territorio como suyo. La pérdida de Panamá es inminente, prueba de esto es la firma de los tres tratados posteriores: el tratado Cortés-Rooth, el tratado Urrutia-Thompson y el tratado Cortes-Arosemena.[11]
Dentro de los sucesos importantes que tuvieron lugar en el periodo posterior a la perdida de Panamá, se destaca la masacre de las bananeras, ocurrida el 6 de diciembre de 1928 tras la represión violenta ejercida por las fuerzas armadas del gobierno de Miguel Abadía Méndez, al mando de los generales Carlos Cortés Vargas y Justo A. Guerrero, en contra de la manifestación de los obreros del complejo bananero de la zona del Magdalena, la orden fue disparar contra la multitud de manifestantes que exigían condiciones de trabajo más justas a la compañía United Fruit, quienes explotaban de manera desmedida en condiciones demasiado favorables el banano producido en dicha zona.[12]
La decadencia política que atravesaba el partido conservador debido a su imposibilidad de gestionar nuevas fuentes financieras, además de proponer autónomamente un candidato a la presidencia de Colombia, permite al partido liberal proponer un candidato presidencial que se acomode no solo a sus necesidades como partido, sino a las necesidades del partido conservador: Enrique Olaya Herrera, embajador de Estados Unidos desde 1922, es el hombre elegido por el partido liberal para la posible candidatura. En principio la candidatura no se presenta como propia del partido liberal, sino como una formula de concentración nacional; es así como en el año de 1930, Enrique Olaya Herrera se convierte en presidente de Colombia y la hegemonía conservadora, en términos administrativos, queda de alguna manera relegada.[13]
Con el inicio de la república liberal y del mandato de Olaya Herrera, hubo un gobierno repartido en acuerdo mutuo entre liberales y conservadores permitiendo así superar dificultades de variada índole que dejó el paso de la hegemonía conservadora en el país tras casi medio siglo de estadía en el poder.
Se desata la guerra con el Perú el 1 de septiembre de 1932, cuando se ignoran los tratados limítrofes acordados por los países y se invade el puerto de Leticia, en el Amazonas colombiano, despertando ésta situación un sentimiento de unión y de fraternidad en la población colombiana que no dudó en apoyar la guerra y a los respectivos combatientes. Se dieron algunos combates pero la guerra en sí fue mediada y se llegó a la reafirmación de los tratados limítrofes de 1922 con el tratado de Rio de Janeiro.
El periodo de la república liberal fue un periodo de relativa estabilidad entre los partidos. Sin embargo, el partido conservador una vez perdida la incidencia real y manejo de la nación comienza una serie de críticas y reclamos hacia los mandatos, propuestas y objetivos de los dirigentes del partido liberal. Éstas indudablemente fueron suscitadas por el dirigente conservador Laureano Gómez, que desde la posesión de Alfonso López Pumarejo en su primer periodo (1934-1938), mostró una resistencia acérrima contra las políticas liberales. El periódico El Siglo y la radiodifusora La Voz fueron las herramientas propagandísticas más influyentes que tuvo el partido conservador para difundir sus ataques en contra del régimen e ideas “revolucionarias”.
Aunque se podría afirmar que la incidencia política de Laureano Gómez es poco significativa debido al corto periodo de su mandato presidencial (1950-1953), no podemos negar que éste se configuró en el imaginario colombiano como un hombre integral, de gran conocimiento, fuerza y heroísmo, un hombre extraordinario, era una figura del pensamiento, [que] acaudilla una fuerza y encarna una afirmación.[14] Figura que desde el congreso, cargos diplomáticos y sobretodo, desde la dirección del partido conservador, desarrolla toda una actividad política y periodística dirigida hacia la regeneración de la política colombiana bajo fuertes tintes nacionalistas y religiosos. El intento golpista de Pasto, aunque es un eco perdido en la historia colombiana al que pocos le han atribuido algún trasfondo político, parece ser un hecho relacionado con la agitada actividad de Laureano Gómez.
La circulación de diferentes panfletos (algunos afirman que la actividad política de Laureano Gómez estaba marcada por su énfasis en los panfletos, folletos y propagandas) a favor de las políticas e ideas “renovadas y frescas” de Gómez sobre el direccionamiento del Estado colombiano, parecen indicar que sus lineamientos políticos estaban influenciados por el fascismo italiano y el nazismo alemán,[15] además de su intensa creencia en la consolidación de un fin o una necesidad histórica para el bien de la nación a través del retorno del partido conservador al poder, en donde se implantaría un nuevo sentido de democracia bajo los principios de unidad y armonía, y ante todo bajo la égida de la Iglesia Católica.
Por un lado, se puede inferir en algunos de sus discursos la necesidad de un sentido renovado de libertad y democracia, la primera asegurada a través de la verdad[16], obviamente profesada desde los principios conservadores y católicos, y la democracia bajo el supuesto de la igualdad. Según Gómez, la democracia profesada en las ideas y ambiciones políticas del partido liberal y sus integrantes diferían bastante de los conservadores y por esto, una parte del esfuerzo del conservatismo estaba empeñado en hacer ver las ideas liberales como atrasadas y equívocas, de ésta manera pretendían asegurarse su vuelta al poder de la mano de Laureano Gómez. Los principales argumentos esgrimidos por los conservadores eran que la democracia propuesta por los dirigentes del partido liberal no parecía tener bases sólidas en tanto el fundamento principal de ésta, es decir, el pueblo, aún no estaba definido a cabalidad, parecía una entidad metafísica e inocua;[17] la idea de los liberales que se proponían garantizar la libertad y una vez lograda ésta, la igualdad entre todos los individuos, no parecía sin embargo, para los conservadores una proposición muy acertada, según ellos era preciso que primero se lograra la igualdad, es decir, la homogenización, la justicia entre las clases, la destrucción del monopolio y del privilegio, y de la casta judaizante,[18] y una vez logrado ello se haría posible la libertad. Siguiendo ésta idea así profesaba un folletín:
“… la democracia, por el contrario, es perfectamente lógica: todos los hombres son iguales y, por esto mismo libres: la libertad está sostenida y limitada por la igualdad y este equilibrio permite la existencia positiva de ambas”[19]
De modo que la propuesta para un renovado régimen político sería:
“…el conservatismo desea una democracia real, una democracia auténtica, donde el pueblo sea considerado como un conjunto organizado y armonioso de hombres que trabajan, donde no sea esa vaga y nebulosa noción de naturaleza humana la que tenga derechos indiscernibles, sino que el derecho proteja el trabajo de los hombres y cada quien tenga los derechos correspondientes a la función que realizan”[20]
Por otro lado es evidente el énfasis de Gómez a ideas nacionalistas que se fundan en ciertas concepciones de raza, de territorio y geografía y ante todo de la religión católica, éste es en verdad el eje transversal de esta concepción nacionalista, pues la Iglesia católica y sus representantes en la tierra son quienes asegurarían la tranquilidad, el bien y los valores sobre la población, purificándola de ideas de resentimiento y odio infundadas por el materialismo histórico, así la iglesia es benemérita de la cultura nacional. [21] Además de este carácter, en el pensamiento de Laureano Gómez es clara la creación de grandes contradictores o “enemigos”, siendo estos el comunismo, el comunismo tropical, los liberales y algunos miembros del partido conservador como Ospina Pérez o Román Gómez[22], denotando una concepción de política propia de Schmitt al establecerla en términos de amigo-enemigo.
El Golpe de Pasto:
El golpe de Pasto del 10 de julio de 1944, fue el detonante para llevar a pique durante un corto tiempo el sistema democrático colombiano, aun más, podría considerarse como el intento más visible para hundir el país en un totalitarismo, materializado por militares pero con autores intelectuales aun no esclarecidos totalmente. Muchas fuentes y documentos consultados afirman que este golpe fue realizado por políticos pertenecientes al partido conservador, y que a su vez pertenecían o estaban fuertemente influenciados por movimientos nazis y/o fascistas que llegaron a nuestro país. Éste es el caso del “caudillo” Laureano Gómez, quien era uno de los miembros más radicales de la ANMC (Asociación Nacional Militar Católica, que más adelante se llamaría la Legión Colombiana) y quien según parece se encontraba detrás de la acción golpista. Como hemos señalado esta acción fue influenciada por Laureano Gómez y éste a su vez, por las ideas nazis “En consecuencia si el movimiento era producto de la organización NAZI, entonces el atentado contra el presidente colombiano también agredía los intereses norteamericanos en esta nación y el resto del continente…”[23]. El autor material del golpe fue el Coronel Diógenes Gil, quien secuestró al presidente Alfonso López Pumarejo cuando este se encontraba en la ciudad de Pasto presenciando un ejercicio militar que consistía en el simulacro de invasión por parte de un país vecino[24]. Es válido aclarar que éste no fue el único intento de derrocar al gobierno de López Pumarejo, pues fue la sexta ocasión en que conspiraban contra dicho gobierno[25]. Durante las 48 horas que duró el golpe, el país entró en caos principalmente en las ciudades de Ibagué y Bucaramanga en donde los militares apoyaron el golpe e incitaron a motines.
Se podría afirmar que este golpe responde a una serie de influencias extranjeras, como apoyo en diversos campos por parte de dirigentes del Reich. La llegada de movimientos con ideología NAZI a Colombia, responde a una serie de influencias extranjeras, que buscaban ubicarse en lugares estratégicos del planeta, para cerrar el comercio de los aliados y así lograr su preciado objetivo de “controlar el mundo”, encontrando en Colombia un terreno clave y beneficioso debido a su proximidad con el Canal de Panamá.[26] A pesar de que la llegada de este movimiento responde a intereses utilitaristas, éstos encuentran en cierta población –militares y políticos–, adhesión a este tipo de ideologías. El golpe finalmente fracasa, cuando el Coronel Diógenes Gil nota que su ejército no le es leal, y decide entregarse al propio presidente Alfonso López Pumarejo.[27]
Ahora bien, el golpe de Pasto fue el intento de facto, con el cual como ya hemos dicho, se pretendía hundir a Colombia en un totalitarismo con antecedentes ya demostrados, pero, ¿cuáles eran las características propias del totalitarismo que se pretendía formar? Para lograr un acercamiento a tal respuesta es preciso considerar los aspectos y características fundamentales por las cuales se identifican todos los totalitarismos que nos propone Hannah Arendt.
En la Rusia comunista, la figura de Lenin fue casi destituida de su carácter idealizado, cuando Stalin asumió el poder, éste es entonces un rasgo característico de los sistemas políticos totalitarios, el hecho que un dirigente pretenda no sólo desmeritar, sino negar la acción de su predecesor.[28] En Colombia el caso no es muy diferente, las tesis de Núñez consistían en retornar el carácter conservador a un país entregado a la influencia de los radicales modernizadores,[29] pero los planes de Laureano Gómez –vale aclarar que Laureano no fue el predecesor de Núñez en términos administrativos, seria caer en un anacronismo gravísimo, pero lo que sí es válido afirmar, es que en términos de ideas políticas es su más parecido sucesor– aunque similares, no tenían los mismos objetivos, tanto así que Laureano Gómez hizo critica a las formas conservadoras de Núñez, pues estas reformas habían heredado al conservatismo un sentimiento de colaboración en contra de la honra de su partido:
“… Laureano, opositor de la colaboración conservadora al gobierno, tildó a los conservadores que colaboraban de arribistas y traidores que vendían su conciencia y canjeaban la dignidad de su partido por canonjías, puestos y contrataciones con la administración. Desde entonces, ese sistema de gobierno, iniciado por Núñez en la época de la regeneración, recibió de Laureano el nombre de <<romanismo>>, usado de forma peyorativa y en alusión al jefe de esa corriente conservadora”.[30]
En un orden cronológico, el primer intento de consolidar un totalitarismo en Colombia tiene su referente en la hegemonía conservadora, pues su duración y rasgos más evidentes permiten hacer ésta aseveración. Hay que recordar que los movimientos totalitarios[31] son en su esencia antiburgueses, atributo que no se pretendía esconder en los gobiernos de la hegemonía conservadora, pues como ya se ha visto, la Constitución de 1886 es concebida como la carta de defensa del país ante las ideas y las contribuciones liberales que se venían llevando a cabo, y las que pudieran surgir. Aunque los conservadores no acabaron con el partido liberal durante su hegemonía, la permanente confrontación entre los partidos muestra un afán del partido conservador por continuar en el poder sin cederlo y peleando por él. No contentos con llegar al poder, los conservadores querían que la población colombiana estuviera en su totalidad sumergida en la doctrina católica, es decir, abogaban por un cambio de imaginarios y cosmovisiones de todos los ciudadanos e individuos, para que todos sintieran agrado y adhesión hacia la Iglesia católica, como lo comenta Arendt:
“…el objetivo práctico del movimiento totalitario consiste en organizar a tantos pueblos como le sea posible dentro de un marco y ponerlos y mantenerlos en marcha; un objetivo político que constituyera el final del movimiento simplemente no existe.”[32]
Habiendo detallado esto, se puede considerar que la hegemonía conservadora constituye en ultimas el primer intento, además de ser mal planteado (aunque parezca una descontextualización, pues en la cabeza de los regeneradores lo más posible es que la idea de totalitarismo ni se asomara, solo se señala este aspecto para hablar de las posibles características) de totalitarismo infructuoso en Colombia, pues el partido conservador en su proceso hegemónico no logró nunca congregar a la población colombiana y convertirla en su masa seguidora y sirviente, dado qué, si bien tenían sus seguidores y militantes, no constituyeron la mayoría y su periodo hegemónico tuvo fin por la llegada de una necesidad democrática que remplazara las malas formas que adoptaron los dirigentes de la hegemonía.
Por otra parte, lo que podría llamarse el segundo intento totalitario en Colombia, constituye el periodo de influencia de Laureano Gómez en el escenario político, sus discursos y panfletos publicados en el periódico El Siglo y mucho antes en la revista La Unidad, hacen referencia al monopolio propagandístico conservador que consiguió en un periodo mayor a 15 años. Sus seguidores y los simpatizantes que ganó no eran un número despreciable, al contrario, ningún político conservador había reunido tal cantidad de simpatizantes alrededor suyo, del partido y de su ideal político teniendo como aparatos de difusión de sus discursos e ideas, medios de comunicación de tanta importancia y alcance. Arendt recalca el papel determinante de la propaganda en la conquista del movimiento totalitario del poder, pues la exposición constante a la que es sometido su líder permite convertirlo en una figura reconocible, sin mencionar que la propaganda se encarga de atribuirle al líder del movimiento un pasado sufrido y doloroso que podría compartir con cualquiera de sus simpatizantes, de darle un tinte heroico y mantenerlo en el imaginario de la población como una persona noble y que anda en búsqueda permanente del bien común.
El golpe de Pasto se podría considerar como un acto representativo de la añoranza de llegar al poder que tenía Gómez, recurriendo a la violencia para tomárselo, se demuestra entonces que si bien no tenía una gran población adepta considerada como masa, por lo menos sí algunos militantes fanáticos que estaban dispuestos a poner su vida en riesgo para legitimar y garantizar las intenciones de su líder y de su partido, característica intrínseca de un movimiento totalitario, pues al no tener sus simpatizantes nada en que refugiar y desahogar sus naturales deseos de interactuar, se ven en la necesidad de volcar toda su tristeza, frustración y desilusión en actos que previamente han tenido una preparación exhaustiva del partido o del líder.
Gómez se labró una reputación admirable en la política colombiana, debido a su férrea oposición al partido liberal y a sectores del partido conservador con los que no estaba de acuerdo. Así llegó a convertirse en la figura máxima del conservatismo en Colombia, y en 1950, estallada ya la llamada “Violencia” gana las elecciones y se convierte en presidente de la República. Su ascenso en forma democrática contrariaría lo que Arendt determina como característica de los movimientos totalitarios: éstos suben de manera violenta y derrocando a su gobierno predecesor como fuese necesario, pero su creencia en “que el liberalismo era nocivo para el hombre moderno y para su mundo, argumentando al mismo tiempo que el conservadurismo constituía el único camino hacia la salvación social”[33] o necesidad histórica[34] muestran un marcado tinte historicista, pues dota a su partido del rol portador de la salvación del país, sólo el conservatismo podía servir a la modernización y progreso de Colombia, el resto era simple oposición.
Los movimientos totalitarios, antes de llegar al poder, cargan sus discursos de un carácter fuertemente científico, ya que les da credibilidad ante sus simpatizantes o contradictores puesto que la ciencia como bastión de la modernidad adquiere un consenso colectivo que poca duda acarrea, y permite a los mencionados movimientos generar leyes naturales de la historia, es decir, les permite profetizar que escogiéndolos a ellos (los elegidos, los indicados, los únicos que pueden llevar a cabo tamaña tarea) el futuro será de una manera determinada, en pocas palabras se pierde un futuro cuyo camino se puede elaborar, se pierde su incertidumbre, pero se ganan la “certidumbre” y la “certeza” de que todo será mejor en manos de determinado partido, de determinado líder. Además, otra característica de los movimientos totalitarios según nos señala Arendt, es el esfuerzo desmedido que realizan para convertirse en dueños del futuro de la masa, se inician propagandas que no buscan más que el desprestigio de otros actores políticos y sociales, desde la sátira hasta la mentira, y Laureano Gómez si bien no era enfático en sus campañas de difamación y crítica en contra de ciertos grupos como los liberales y conservadores que se encontraban en desacuerdo con el, él era mordaz en sus críticas y reproches:
“…Más o menos una vez al mes el joven director de la Unidad [Laureano Gómez] publicaba una exposición de sus principios conservadores, expresándolos generalmente en párrafos dedicados a la alabanza de los “beneméritos” del partido con cuyos puntos de vista se encontraba plenamente de acuerdo […] en el texto de esos editoriales consagrados a la alabanza del conservatismo como filosofía social y política se encontraba alguna que otra referencia al sindicalismo, a los movimientos de masas, a la liberación femenina, a la masonería, y a la revolución. En todas esas alusiones Gómez censuraba tales ideas considerándolas nocivas para la sociedad y sentaba como principio que si los conservadores se mantenían fieles al principio de autoridad podrían mantenerse a raya esos movimientos”.[35]
Así pues, Gómez y sus ambiciones políticas antes de llegar a la presidencia, parecen guardar cierta relación con los movimientos totalitarios, pero aseverar que su presidencia fue totalitaria es en demasía arriesgado y no tiene fundamento, pues su realmente corto tiempo efectivo como presidente de la República no le permitió ejercer sus planes a cabalidad, y no nos permite hacer una valoración ni un análisis que dé como resultado un argumento contundente sobre el totalitarismo en el país bajo su mandato, aunque su periodo presidencial si acabó como terminan los regímenes totalitarios, o por lo menos como lo explica Arendt, de manera violenta y siendo sustituido por un movimiento contrario a sus intereses.
A modo de Conclusión
Colombia en la actualidad no es afortunada en su situación ni social, ni económica, ni política, y tampoco posee una estabilidad en lo que a términos de paz se refiere, pero sí es afortunada de no haber padecido una experiencia totalitaria de manera contundente como lo fue la Alemania nazi o la Rusia soviética en el pasado. Parece mucho decir para un país que no goza de igualdades en ningún aspecto, y que de democracia tiene una idea vaga y tenue, pero que sin duda ha mostrado en su historia política indicios de un posible establecimiento de un régimen totalitario. Es más acertado, ya habiendo argumentado en las páginas anteriores, decir que en ciertos partidos, líderes y movimientos colombianos del siglo pasado sí se encuentran similitudes con partidos, líderes y movimientos totalitarios existentes, pero diferentes factores les han impedido a los primeros llegar al poder de una manera clara y permanente: la falta de apoyo masivo por parte de la población colombiana a la hegemonía conservadora, el real pero a la vez fútil golpe de Pasto fraguado por algunos sectores conservadores y conspiradores de otras esferas, el corto periodo de tiempo que Gómez duró efectivamente en el poder y el sectarismo político que caracteriza a los colombianos. Nunca resulta productivo ni trascendental preguntarse ¿qué hubiera sido si…? pero es casi inevitable preguntárselo con los antecedentes históricos que ejemplifican lo que se puede hacer cuando un sector de una sociedad, sea cual sea éste sector y sea cual sea ésta sociedad, la totaliza y se apodera de ella.
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[1] Grupo de Estudio conformado por los estudiantes: Carol Vanessa López, Julián Camilo Amaya, Jairo Andrés Angarita, Juan Sebastián Sabogal y Daniel Armando Toro, estudiantes vinculados a la Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
[2] “Sin embargo, mientras que el individualismo caracterizaba tanto a la actitud de la burguesía como a la del populacho, los movimientos totalitarios pueden justamente afirmar que son los primeros partidos verdaderamente antiburgueses…” Hannah Arendt, Los Orígenes del Totalitarismo. Vol. III El Totalitarismo (Madrid: Alianza Universidad, 1987) 492.
[3] Karl Popper, La Sociedad Abierta a sus Enemigos, Tomo I, (Barcelona: Ediciones Orbis, 1985) 23-25.
[4] James Henderson, Las ideas de Laureano Gómez (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1985) 57.
[5] Información contenida en la presentación de la Constitución Política de 1886 escrito por Carlos Holguín Holguín para una edición especial de ésta, solicitada por la Compañía de Seguros Colmena S.A. para: Rafael Espinosa R. 1985.
[6]Guillermo Hernández Rodríguez, De los chibchas a la colonia y a la república (Bogotá: Ediciones Internacionales, 1978).
[7] Ver Pablo Camargo, Crítica a la Constitución Colombiana de 1886 (Bogotá: Editorial Temis S.A., 1987) 195-202.
[8] Marín Sánchez, Gonzalo Aguilera, Memoria de un País en Guerra, Los Mil días 1899-1902, sexta parte, anexo documental (Bogotá: Editorial Planeta, 2001) 418.
[10] No nos atrevemos a dar una suma exacta, pues existe una múltiple bibliografía que en realidad no llega a un acuerdo: Armando Barona dice que son 25 millones de dólares, otros autores dicen que fueron 15.
[11] Ver Armando Barona, “La Regeneración”, “La Pérdida de Panamá”, Tres Momentos Históricos (Cali: Editorial Freriva, 2003) 11-89.
[12] Manuel Arteaga Hernández, Jaime Arteaga Carvajal, Historia Política de Colombia, (Bogotá: Editorial Planeta, 1999) 365-366.
[13] Daniel Pecault, Política y Sindicalismo en Colombia. (Medellín: Editorial La Carreta, 1973) 99-100.
[14] Prologo de José y Fernando de la Vega a Laureano Gómez, El Cuadrilátero: Mussolini, Hitler, Stalin, Gandhi (Bogotá: Editorial Centro, 1935) XL.
[15] Esta afirmación hay que considerarla teniendo en cuenta por un lado el énfasis que Laureano Gómez hace en sus discursos en una noción de “nacionalismo” y por otro lado, la cercanía a movimientos nazis en Colombia.
[17] Luis Gracian, Laureano Gómez: un Hombre… un Partido… una Nación (Bogotá: Nuevo Mundo, 1940) 22.
[18] Gracian, 5.
[19] Gracian, 26.
[20] Gracian, 22.
[23] Silvia Galvis, Alberto Donadío, Colombia NAZI 1939 – 1945(Bogotá: Editorial Planeta, 1986) 320.
[24] Hernández, Arteaga Carvajal, 422.
[25] Éste tampoco fue el ultimo, ver Sección Editorial “Nueva Conspiración” y “Conspiración Electoral” El Siglo [Bogotá] 1° De Junio y 4° de Junio de 1945: 4.
[26] Si bien este es un dato que no se ha comprobado, es una información válida de acuerdo a las inferencias y deducciones logradas a partir de la lectura de Colombia NAZI.
[27] República de Colombia-Ministerio De Guerra, Consejos de guerra verbales. (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1944) 7-16.
[28] Arendt, 481.
[29] Eugenio Gutiérrez Cely, La Política Instruccionista de los Radicales: Intento Fallido de Modernización en Colombia en el siglo XIX (1870-1878) (Neiva: Fomcultura, 2000) 33-40.
[30]Hernández, Arteaga Carvajal, 373.
[31] Cabe aclarar que un movimiento totalitario difiere de un Totalitarismo no sólo semánticamente como es obvio, sino que además un movimiento totalitario está en búsqueda del poder, un Totalitarismo ya ha llegado a él.
[32] Arendt, 508.
[34] Gracian, 20.