Daniel Armando Toro Hincapié.
Integrante del Grupo de Investigación Meleti Kratos.
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EL HISTORICISMO, LA FORMA RELIGIOSA DEL PENSAMIENTO MODERNO.
A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.
Jean de la Fontaine
La idea que fluye entre las comunidades académicas sobre el historicismo, puede presentarse de manera resumida como sigue: “el historicismo consiste en entregarle un ismo a la historia, eso es todo”. Quizá esto no sea todo; si bien esta idea no es completamente errónea, si carece de fundamento para considerarse en sí misma una ideología o una filosofía; para considerarse en sí misma un ismo. Popper hablara del historicismo como una doctrina que afirma que: “la historia está regida por leyes históricas o evolutivas especificas cuyo descubrimiento podría permitirnos profetizar el destino del hombre”[1]. En este sentido puede afirmarse que el historicismo no es una filosofía independiente, sino el fundamento que sostiene a las filosofías modernas, pues dicho historicismo permite dar sentido a los proyectos políticos que se derivan de tales filosofías.
Este aspecto quizá este dado por sentado de antemano; sería irrelevante dar este argumento, de no ser que mi intención al señalarlo consiste en demostrar que el carácter arrogante que define al sujeto moderno se fundamenta en esta concepción historicista de pensar el mundo. Esa forma en cómo la ciencia moderna intenta explicar los sucesos está determinado por su creciente pretensión a descifrar, describir, determinar y formular leyes (herencia ésta del positivismo de Simons y Comte[2]), sobre todos los sucesos de la vida (digo vida, sin especificar, porque dentro de esta caben, los aspectos sociales, biológicos, físicos, etc.) y a concebirlos solo a partir de sí mismo; esto le permite la construcción de variables sobre hechos sociales, en las que se ampara para predecir sucesos futuros. ¿Que podría ser mas historicista?
La modernidad trajo tras de sí una serie de pensamientos que revolucionaron la historia, una característica propia de la modernidad, es que forma una nueva visión del mundo; la sociedad tal y como existe hoy día, es fruto de un pensamiento moderno, que legitima la existencia de sujetos independientes, y configura la sociedad moderna como el modelo de relación que permitirá la vida de lo que de ahora en adelante llamaremos individuos.
La racionalidad es quizá la gran invención de la que occidente, –como progenitor de la modernidad– hace mas alarde. La racionalidad supuso el cambio de la forma de pensamiento cambiando el paradigma que dominó a Europa durante la edad media; dios renuncio al papel de dominar el pensamiento y el antropocentrismo se jactaría de ser la nueva corriente que inspiraba a toda forma de pensamiento humano de su época. Empero, tener al hombre, en sentido general, como productor de pensamiento, era en verdad tener a muchos hombres produciendo pensamiento y en última instancia era tener como resultado muchas formas de pensamiento. La modernidad se caracterizó por tener muchos proyectos de sociedad en constante gestación.
La modernidad nace en términos políticos con la formación del estado moderno, fruto de las constantes guerras de la monarquía naciente en la alta edad media[3]; en términos filosóficos, descartes abre el nuevo paradigma con la formulación del cogito en su discurso del método, en el que los primeros vestimentos de la modernidad encontrarían forma, eso que ya hemos llamado razón como el elemento cuestionador, fue introducido por descartes con lo que él llamara la duda metódica[4]. (En términos generales, los teóricos de la actualidad no se han puesto de acuerdo en definir propiamente la modernidad, Stephen Toulmin, en el primer capítulo de su libro “Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad”, plantea los problemas que tienen los críticos de la modernidad al ni siquiera tener en consenso una etapa que cobije el nacimiento de lo que critican[5]). Pero digamos que lo que se considera como pensamiento moderno como tal, está fundado en el pensamiento positivista del siglo XVIII, según John Gray, son en realidad ellos –los positivistas– los primeros modernizadores, o mejor aún, los primeros profetas de la modernidad, pues contemplan en lo fundamental a la ciencia como el rector de la historia, el historicismo positivista se encontraba bajo el escudo de la ciencia, y básicamente se presenta sobre tres postulados básicos: 1) la historia está regida por la ciencia: el conocimiento en aumento y el desarrollo tecnológico determinan el cambio social; 2) la ciencia permite superar adversidades de la sociedad, una vez esto se logre, la pobreza y la guerra serán destituidos; y 3) el progreso de la ciencia y el progreso ético y político caminan juntos: en tanto avance la ciencia, los valores sociales se fortalecerán y convergerán cada vez mas[6]
Visto de este modo, el historicismo revive una característica que la misma razón creía haber sepultado; reveló esa particularidad del Medioevo que ponía de manifiesto el teísmo como forma de representación y de explicación de los fenómenos, esta acotación es necesaria pues la ciencia moderna cree haber hecho uso de la razón en la construcción de su método y cree haber conseguido su poder con dicha razón, cuando el sustento de la ciencia no obedeció en lo más mínimo a la razón y a su método, sino a la concepción antigua de historia que se encontraba sujeta a una explicación místicas y de fe[7]. Bien puede decirse que el historicismo moderno no es místico en el sentido en que no usa las figuras míticas bajo las cuales en la pre-modernidad se intentaba explicar el mundo, pues el historicismo moderno toma como base una historia de la cual se tiene conocimiento y referencia, y además es verificable, pero eso no la separa de una concepción religiosa que juega a considerar un precepto definido por la historia, y a enviar un profeta (que se puede encontrar más religioso que la idea de un profeta enviado por el mismo dios) para hacer efectivo dicho precepto. Así, cuando en la era medieval se tomaba la biblia como libro fundamental en la vida del hombre, se daban por sentadas la explicaciones que allí se ofrecían: pasamos por una creación, luego, sumidos en el pecado, estamos condenados a perecer y el apocalipsis y Jesús vendrán para hacer efectivo el juicio a los hombres, allí hay una historia cursada y una historia por cursar.
El proyecto comunista y el proyecto fascista son dos ejemplos claros de cómo se entiende la historia y como se intenta predecir, en la medida en que sus explicaciones propugnan por un ideal que es considerado el correcto; además de esta característica fundamental del historicismo (considerar un determinado curso de la historia), el historicismo elige un profeta, como ya lo hemos dicho, encargado de la tarea de conducir a la humanidad hacia el fin último de la historia[8]; así, el comunismo, elige al proletariado como la clase elegida para llevar a la humanidad a esa sociedad sin clases que anula la propiedad privada como elemento de poder económico de una clase sobre otra; en el caso del fascismo, la ley natural demuestra mediante la evolución que existe una especie dominante que ha determinado el curso de todas las demás especies en la vida, el racismo científico, como lo denomina Gray, es una propuesta que señala que el destino de la humanidad está en manos de la especie que controla la ciencia, esta ciencia permitirá a la humanidad o parte de ella, dirigir el destino de la evolución, lo cual permitirá formar los mejores tipos humanos, y el resto, como por una especie de selección natural inducida, serán aniquilados o en el mejor de los casos, esclavizados.[9]
No es en los ideales mismos en donde radica la arrogancia del sujeto moderno, (pues de por sí ya son arrogantes), sino en la forma en que consideran tener la razón como garantía de la verdad y más grave aún, creyendo tener la historia de su lado. A la concepción “científica” historicista le resultaría muy pertinente la metáfora de la Fontaine: Ningún camino de flores conduce a la gloria.
Por otro lado, El carácter religioso del historicismo se prueba fundamentalmente en el dominio que tiene sobre el pensamiento moderno, se puede decir que el mismo pensamiento moderno es historicista, y en ese sentido cualquier elemento que sea susceptible de ser analizado, será medido con la regla del historicismo, prueba de esto es la construcción de modelos de vida en la modernidad. Antes, En la pre-modernidad, la idea de cambiar de vida en un momento dado era inconcebible, nacer campesino resultaba una condición natural, y por tanto ineludible, de la cual el campesino no puede escapar. Lo que hoy conocemos como movilidad social, es solo el resultado de la idea de progreso y mejoramiento al que el hombre está destinado, según predica el positivismo.
El único proyecto de la modernidad que ha pretendido romper con el esquema historicista de la razón fue el proyecto romanticista, resulta muy apresurado definir que es el romanticismo, Isaiah Berlín señala –citando a un buen numero de autores– las diversas formas de pensar el romanticismo, según sus propias palabras, es tramposo intentar definir el romanticismo, pero existen un cierto número de generalidades que permiten hablar de él, yo podría decir (con base lógicamente al autor) que el romanticismo fue un proyecto que apunto de manera indiscriminada hacia el infinito, y camino a él construye todo tipo de cosas, desde el romanticismo primitivista hasta el romanticismo dandi, se encontraron formas de ver el mundo sin un destino predeterminado, es el romanticismo un intento por reivindicar el emocionalismo como forma de explicar el mundo[10]. Sin un destino definido, la humanidad anda sola en el infinito espacio y tiempo que enmarca su existencia. A pesar de esta gran revolución intelectual, el historicismo continúa dominando el mundo moderno, todas nuestras explicaciones apuntan hacia un destino definido, y los resultados que la ciencia moderna haciendo uso de tal historicismo ha entregado, son realmente pobres, como la misma historia así lo ha demostrado. Esto da cuenta una vez más, tal y como he tratado de plantearlo a lo largo del presente texto, que la ciencia moderna, bajo el régimen del historicismo, es realmente acientífica, y que lo que hoy consideramos ciencia, “es solo un catolicismo al que se le ha restado el cristianismo”[11]
Bibliografía:
Berlín. I., Las raíces del romanticismo., Editorial Taurus, Grupo Santillana de Ediciones, S.A., 2000.
Descartes. R., Discurso del Método., Grupo Editorial Norma, Colección Cara y Cruz. Bogotá, 1992.
Gray. J., Perros de Paja, Reflexiones Sobre Los Humanos y Otros Animales, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2003.
Gray. J., Al Qaeda y lo Que Significa Ser Moderno, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2004. Patiño Villa. C., El Origen del Poder de Occidente., Siglo del Hombre Editores., Bogotá, 2005.
Popper K. La Sociedad Abierta y Sus Enemigos, Ediciones Orbis, S.A., Barcelona 1985. Tomo I.
Toulmin. S., Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad., Editorial Península., Barcelona, 2001
[1] Popper K. La Sociedad Abierta y Sus Enemigos, Ediciones Orbis, S.A., Barcelona 1985. Tomo I.
[2] Para un tratamiento amplio sobre la concepción del positivismo véase: Gray. J. Al Qaeda y lo Que Significa Ser Moderno, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2004.
[3] Para una profundización sobre la construcción del estado moderno véase: Patiño Villa. C., El Origen del Poder de Occidente., Siglo del Hombre Editores., Bogotá, 2005.
[4] Descartes. R., Discurso del Método., Grupo Editorial Norma, Colección Cara y Cruz. Bogotá, 1992.
[5] Toulmin. S., Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad., Editorial Península., Barcelona, 2001.
[6] Gray. J., Al Qaeda y lo Que Significa Ser Moderno, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2004.
[7] Gray. J., Perros de Paja, Reflexiones Sobre Los Humanos y Otros Animales, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2003.
[8] Popper K. La Sociedad Abierta y Sus Enemigos, Ediciones Orbis, S.A., Barcelona 1985. Tomo I
[9] Gray. J., Al Qaeda y lo Que Significa Ser Moderno, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2004.
[10] Berlín. I., Las raíces del romanticismo., Editorial Taurus, Grupo Santillana de Ediciones, S.A., 2000.
[11] Gray. J., Al Qaeda y lo Que Significa Ser Moderno, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2004.
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